«Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor.» (Ezequiel 34:23)
En este capítulo Dios denuncia por medio del profeta Ezequiel a los líderes religiosos de su pueblo bajo la figura de los pastores de ovejas. En vez de cuidar y guiar al pueblo en lo espiritual, aquellos sacerdotes y profetas se habían aprovechado egoístamente del pueblo. Aquí Dios los compara con pastores que sólo piensan en engordar el rebaño para su
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propio provecho. La verdad es que cualquier autoridad humana corre el riesgo de abusar del poder. Pero lo bonito aquí es que el mensaje de Dios no se queda en una denuncia de abusos solamente. Dios sigue adelante con una promesa. Sin embargo, noto que la promesa no habla de otros pastores, sino de ¡otro Pastor! Es la promesa de Mesías, el Ungido de Dios que vendría para apacentar el rebaño y cuidarlo. Por lo tanto no es sorprendente que Jesús se presentara como el Buen Pastor, el que vino para dar su vida por la ovejas. Jesús no vino para aprovecharse de las ovejas y usarlas para sus propios propósitos. Vino para entregarse por nosotros para rescatarnos de la condenación que merecíamos por nuestros pecados.
Cristo es nuestro Buen Pastor. Nos apacienta en lugares delicados y hasta nos acompaña por el valle de la sombra de muerte. Con un Pastor así no tenemos nada que temer porque nada nos faltará. (David Bell)